
Hace un tiempo nevó mucho en Madrid y se llenó de huellas las calles con multitud de pisadas
Los niños y las niñas llegan a este mundo sin influencia alguna, como esa nieve blanca y esponjosa que aún no ha sido pisada. Y es aquí cuando los adultos que les acompañamos, vamos dejando esas huellas en ellos. Ya sea en la escuela o en casa, somos sus referentes, vamos de la mano hacia ese camino que empiezan a recorrer.
Pero no hablamos de una mano que tira de ellos, que les dice por dónde ir, qué hacer, qué decir, ni tampoco hablamos de una mano que les agarra sin más; es una mano que les ayuda a crecer y les acompaña en su desarrollo. Por eso es tan importante nuestra actitud y nuestra mirada a la infancia.
No es igual arroparlos con nuestras manos con nuestra piel, que dejarles largos periodos de tiempo solos en un carro.
No es igual sentarnos en el suelo, a su lado, mientras ellos exploran y descubren su cuerpo, que meterles en parques cerrados.
No es igual acompañarles en la conquista de la autonomía, que hacérselo todo “porque son pequeños”.
No es igual darles la seguridad que necesitan para explorar el entorno, que decirles mensajes como “te vas a caer, no puedes, eso es caca”.
No es igual dejarles libertad de creación y de expresión, que decirles como lo tienen que hacer.
Y no es igual respetar su proceso de aprendizaje (durante toda su infancia), que marcarles por donde deben ir según la expectativa adulta.
Por tanto, debemos tener en cuenta qué es lo que queremos para su crecimiento personal, ¿una nieve casi sin marcas que va de la mano o una llena de pisadas en la que no se sabe bien cuál es el camino?
Dependiendo de lo que elijamos, nos dejaremos guiar por las huellas que los niños y las niñas nos dejan. Tienen mucho que darnos: sus descubrimientos, sus aportaciones, sus experiencias, su entusiasmo y su inocencia, vienen para quedarse en nosotros.
Nos dicen que cada uno necesita su tiempo, que cada uno tiene un ritmo, que cada uno necesita una cosa diferente al de al lado para aprender, que cada uno tiene unos intereses, que lo que a uno le encanta al otro le produce rechazo, que muchas veces no les gusta lo que proponemos y sin más eligen otra cosa; en definitiva, que son personas como nosotros, dueños de ellos mismos y exploradores de este mundo que les rodea con nieve o sin ella.

(Artículo recuperado de: Alaya, Difundiendo infancia)